Hay una voz en mí que me seduce eternamente,
A veces encuentro al dueño de tan excitante voz,
A veces lo vislumbro,
Y por ese pequeño intervalo de tiempo,
Entiendo todo cuanto una vez quise comprender.
Emprendo un viaje en el espejo,
Aquella voz me dice su nombre, lo canta en silencio,
Y con sus ojos marrones me dice que es sincero.
Yo no le entiendo, pero le escucho.
Cada palabra me cuenta algo que no encontré en la película del mundo,
Y cada línea me otorga entendimiento del mismo.
Ahora quiero retenerle, quiero guardarle,
Pero como una mentira de la primavera se esfuma del reflejo,
Pero su susurro se queda.
A veces lo escucho a lo lejos, me indica que le gusta como me visto;
Las líneas que escribo; las mujeres que me rodean; y los bienes que adquiero.
A veces me perturba en las noches, me da ideas para mis libros y discutimos sobre arte.
Wilde lo seduce sobremanera, yo prefiero a Whitman,
Y ambos concordamos con Anne.
Entendemos que la belleza de lo efímero, radica en la eternidad de su recuerdo, y…
Cuando duermo, lo veo.
Existo a través de él, evoco su nombre, lo palpo, lo poseo y firmo.
Él lo disfruta, lo acepta, ríe,
Y cuando despierto lo observo, lo leo y dice:
“Falls”
Ahora la voz me sigue, perseguimos princesas contemporáneas en vestidos de noche negros,
Vestimos igual, hablamos igual, mentimos igual.
Porque el reflejo no se evaporó, me absorbió,
Y lo que quedó de él, no es más que una voz,
Que siempre fue mi consciencia.

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