Nacido en las tierras
donde arribaron los conquistadores,
nombrada por ellos ‘Venezziola’.
Soy vástago de mi padre; un hombre total, rustico y
fuerte.
De madre perfecta, puritana y religiosa.
He vagado ya por muchas tierras, moro entonces al norte
de Maracaibo,
Mi ciudad.
Curtido pues por las playas que nacen del lago donde los
relámpagos apuñalan el cielo sin descanso.
Soy un hombre más, o un contador orgulloso erguido sobre
cuentas ajenas o un autor de mundos, sueños y metas,
O un baloncestista quizá.
También he llevado una vida rustica en el campo,
Entre mitos y brujos,
Entre hechizos y reservas naturales.
Allá en el centro del país, donde la caída del agua dio
nombre a próceres,
Y las diosas beben de los fieles.
Retirado me lavo en los pozos, balnearios y cascadas,
Medito sobre mis antepasados mulatos, indios y mestizos.
Ahí, lejos del ruido atiborrante de la ciudad,
El tiempo transcurre entre humo de tabaco y dichosos
momentos de éxtasis.
Pero teniendo a Sorte de evidencia, con su vibrante río
y exuberante vegetación.
Del cielo bajan leyendas, hablan con nosotros; nos
guían, nos enseñan, nos adivinan.
Dios permite, y cantan los tambores.
La gente se cura con visiones y espasmos,
Las doncellas caminan sobre el fuego.
Yo, absorto, puesto que soy hombre de razón, me
maravillo incrédulo.
Porque la razón no me refugia de este campo, y no
comprende lo que los ojos registran.
Los árboles antiquísimos se yerguen sobre la tierra como
rascacielos de madera,
Los monos se balancean, se arrojan al río,
Las ardillas silenciosas roen los frutos, mientras se
ocultan entre la maleza.
Los quirománticos leen palmas, los brujos el tabaco,
todos son sabios, rupestres, únicos.
Arco parece haber dado forma al empíreo sobre aquella
montaña, pues no he visto cielo más estrellado,
Que el cielo de Yaracuy,
Ni lugar más mágico que sorte.
2.
Ya he visto entonces, todo lo que es la vida.
Rocas, agua, cielo, fuego, fe.
Misterios indisolubles, verdades sobre puestas,
creaciones, invenciones, tecnología,
Todo hermoso, todo bueno, malo, grande, pequeño.
Todo componiendo y creando, todo haciendo vida, haciendo
arte,
Haciendo mundo.
Y yo allí,
Siendo sólo una hoja más de aquel verso que creó un ser
a quien llamamos padre.
Porque los novillos pastan con la cabeza gacha y la
poesía se edita,
Porque las lombrices en el subsuelo bailan debajo de la
arena.
Y yo jugaba en los andes con la furia y disciplina de
los espartanos en Platea.
Tercero de cuatro, con los rizos negros como el carbón
del amazonas,
Con la nariz ganchuda como los indios que le cantan a mi
sangre.
Canto poderosamente, a la tierra donde crecí.
Virgen, oprimida, alegre y nunca vencida.
Blanca, negra, azul, amarilla con todas las estaciones
climatológicas,
Con todas las culturas multifacéticas.
Te canto tierra mía, que dueles y ardes como el sol que
ilumina mi ciudad.
Soy vuestro durante las letras que describan mis
sentires en el alba de mi vida,
Y durante el crepúsculo de la misma.
Soy vuestro al maravillarme bajo los soles que veo pasar
sobre mi cabeza,
Y las lunas que deslicen sus luces sobre los dorsos
bellísimos de mis dulces princesas sexuales.
Soy vuestro al satisfacerme con los sabores de los
postres, al nutrirme de la carne de los animales,
Al saborear los granos y frutos de la tierra.
Soy vuestro cuando mis huesos se fusionen con el polvo y
vuelva al cosmos sin Sapiencia.
Soy vuestro en los recuerdos de mis lectores, en los
futuros actos de mis hijos, en las lágrimas de mi esposa.
Soy y seré vuestro desde el día primero que estuve aquí,
en el jardín de Amalivaca, en los campos de Yara, y las luces de Mareiwa.
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